Hoy estoy sentimental; en apenas unas horas dejaré atrás un 2008 que para mí tiene un regusto demasiado agridulce, tanto en lo personal como en lo profesional. Se iniciaba el año tras el fiasco provocado por la gentuza de Burgos y el fichaje por GTA Motor en el cierre de 2007, así que con buenas perspectivas en lo profesional, pero la excusa de la puta crisis impidió ya en verano que se hiciera efectivo un pactado aumento de sueldo (promesas rotas) y llegado diciembre y cinco minutos antes de tomar mis merecidas vacaciones me entero de que no se me va a renovar el contrato de trabajo. Si soy sincero, la verdad es que estoy muy contento profesionalmente del año que acaba, pues con un presupuesto de cero euros el Gabinete de Prensa del que aún soy responsable ha conseguido un impacto mediático recogido en dos 'clippings' por valor de 1'475 millones de euros -¿no está mal, no?-. Pero que te aparten cuando has mostrado tanta pasión por lo que sólo es tu profesión (hay cosas mucho más importantes) resulta jodido de tragar. Aún así, de todo hay que sacar lo positivo, y 2008 ha vuelto a mostrar que la familia y los amigos están para lo que sea, y muy especialmente para los momentos difíciles. A todos, muchas gracias. Entre los parabienes personales de este año se encuentran mi alcohólico cumpleaños (bufff... ¡38!) y el título de Campeón de la NBA de Boston Celtics, amén de un galáctico viaje a Madrid hace escasas fechas. También en lo personal, el adiós final a dos personas muy cercanas a los que la enfermedad se llevó de mi lado: mi tío (Enrique Sapena) y mi mentor (José Luis Tormo). Además, la querella que me interpuso quien ya sabéis, y de quien todavía me estoy carcajeando y defendiendo -con un par-. Se va 2008 y puedo decir que no lo echaré de menos. Desgraciadamente, los momentos malos superaron a los buenos; afortunadamente, los buenos dejaron mucho mejor sabor de boca aunque -como podéis comprobar por la foto- me esté quedando en los huesos.P.S.: Me acabo de enterar de que por no se qué desajuste espacio-temporal el año que acaba va a tener un segundo más. Sólo faltaría que por estirar el año durante un segundo aún me pasara algo malo más que añadir a la lista del puto 2008.


























Muchos fuera de los USA -de hecho la mayoría- no confiaban en el banquillo de los verdes por su elevada edad (Cassell, House, Brown, Posey) como perfecto acompañamiento al 'Big Three' formado por Garnett, Pierce y Allen. Sin embargo, la experiencia ha funcionado, demostrándose una vez más que un grupo de abueletes bien dirigidos pueden con lo que se les ponga por delante. Eran veteranos, agentes libres, ex-cracks y descartes con calidad. Y la fórmula de Danny Ainge funcionó. Y puede que se repita, además, la próxima temporada, pues ya suenan nombres como Jason Williams, Alonzo Mourning, Tyronne Lue o Dikembe Mutombo. La fórmula implica trincar jugadores con más de una década de experiencia, en sus últimos años y con ganas de dar guerra... y ofrecerles la posibilidad de ganar un anillo. No vienen a ser los 'cracks', ni a anotar 20 cada noche, no tienen presión y la recompensa puede ser muy grande. Cada año hay decenas de estos tipos en las listas de Free Agents o como descartes o piezas de traspaso... eso sí, la fórmula de Ainge se revela como peligrosa pues sólo implica presente, no futuro. Ahora, evidente es que funciona. A la reconstrucción por la deconstrucción. Me recuerda a cuando los Lakers juntaron al 'Fantastic Four' con Karl Malone y Gary Payton en el rol de secundarios de O'Neal y Bryant... solo que entonces no funcionó. El trébol vuelve a resurgir con fuerza.
Desgraciadamente, hoy no ha sido una de esas veces. De entrada, poco espacio para una mesa de ocho comensales debido al lógico abarrotamiento veraniego (si metes a 150 donde sólo caben 100...). Sigo: Servicio triste y lento (15 minutos de reloj para las bebidas, 30 más para los entrantes...). Habíamos llegado a las 14'30 y a las 15'30, por fin, llegó el deseado 'arròs a banda'. Nos lo enseñan, nos lo emplatan y... llega la sorpresa: el arroz está crudo por dentro y ligeramente empastrado por fuera, producto de una cocción demasiado rápida o del poco caldo de pescado empleado a tal efecto. Protestamos. Lo retiran. Nos hacen otro y, mientras (otros 35 minutos), ningún camarero ni responsable del restaurante nos pide disculpas -eso lo primero- ni nos ofrece nada para pasar el tránsito -y el hambre- hasta el segundo 'arròs a banda'. Llega el invento y más de lo mismo: crudo por dentro (se veía blanca hasta la raíz del cereal) y -esta vez- suelto por fuera. Volvemos a protestar. Vuelven a retirarlo. Intuyo que añadirían más caldo -o agua- y volverían a ponerlo al fuego porque en apenas 10 minutos llega un tercer arroz que sigue estando incomible. En medio, un responsable del local se acerca para decirnos con un tonito desagradable "será la primera mala que ha salido hoy, porque nadie ha protestado"; perdone, mi buen señor, que nadie proteste no quiere decir nada, e igual es la primera de la que se le han quejado a la cara, pero no sería la única "mala" cuando a apenas dos mesas de la nuestra también se quejaban de su paella de marisco. Para finalizar, a las 16'30, desistimos del arroz y -como diría mi suegro- con más hambre que Cascorro pedimos unos rápidos lenguados a la plancha que llegan demasiado hechos y completamente secos. Yo, que a medida que avanzaba la tarde me iba calentando (like Human Torch), opto por engullir la mitad del lenguado a golpe de Blanc Pescador, pedir los cafés y que saquen la tarta que habíamos encargado, la cual sueltan en medio de la mesa junto a un cuchillo de generosísimas dimensiones... para que nos la cortemos (la tarta) nosotros mismos. Con los cafés, el camarero le recuerda a mi señora que está prohibido fumar en el local, mientras un camarero se arrea un Marlboro tras la barra y junto a las tapas (además de no estar visible la prohibición por ninguna parte y haber máquina de tabaco y ceniceros).
El sexto partido (






