No puedo decir que me alegre, aunque en cierto modo se cumplen las previsiones que en su momento adelanté en Ràdio 9 y diferentes webs deportivas: San Antonio Spurs ya es finalista de la NBA y Campeón de la Conferencia Oeste. Y no me alegro por dos motivos. El primero es obvio, ya que hubiera preferido que fuera Phoenix Suns el que llegara a la Final por su genial manera de concebir el baloncesto (como un deporte espectacular) e, incluso, que le otorgaran el MVP de la Regular Season al verdadero Jugador Más Valioso para su equipo, Steve Nash. El segundo motivo es más analítico, ya que estoy empezando a renegar del estilo impuesto por el General Gregg Popovich desde su llegada en 1997 al banquillo de los Spurs, justo a tiempo de elegir en el Draft al soldado Tim Duncan y a punto de despedirse de un Almirante, David Robinson. Quizá la ausencia de una cadena de mando real en el vestuario tras la retirada de Robinson le permitió imponer con más fuerza su 'mano de hierro' a la hora de dirigir jugadores. Quizá. Soy de los que prefieren entrenadores duros y exigentes para manejar equipos ganadores, y puede que ésa sea una de las claves de los anillos (tres) que ha ganado en San Antonio. Puede. Pero ya me he cansado del juego especulativo basado en la defensa sobre el que se sustenta el equipo tejano. Hacen lo mismo que los globalmente denostados Detroit Pistons, pero tienen mejor prensa y resultan más atractivos para el aficionado porque sonríen en la cancha; así de claro. Podrían pasar fácilmente por un equipo del Este si no fuera porque, de vez en cuando, superan la centena. El 'Big Three' de Popovich (Duncan, Ginobili, Parker) nunca se esfuerza más allá de lo necesario, juega 'al tran-tran' y tiene la bendita suerte de tener un 'lucky guy' como Robert Horry en el banquillo. Finley, Bowen, Oberto, Elson, Barry, Vaughn y Udrih están ahí, nada más, y conforman una plétora de recambios justita. ¿Funciona el 'método Popovich'? Sí, desde luego. Pero cada vez me gusta menos. Tienen todas las papeletas para hacerse con el título de este año y llegar al cuarto en la presente década, pues su rival -sea Detroit o Cleveland- llegará más cansado y con menos banquillo. Y, si lo consiguen, no seré yo quien se alegre.
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